I
Mientras los niños crecen, tú, con  todos los muertos,
poco a poco te  acabas.
Yo te he ido mirando a través de  las noches
por encima del mármol, en tu  pequeña casa.
Un día ya sin ojos, sin nariz, sin  orejas,
otro día sin  garganta,
la piel sobre tu frente  agrietándose, hundiéndose,
tronchando obscuramente el trigal  de tus canas.
Todo tú sumergido en humedad y  gases
haciendo tus desechos, tu desorden,  tu alma,
cada vez más igual tu carne que tu  traje,
más madera tus huesos y más huesos  las tablas.
Tierra mojada donde había tu  boca,
aire podrido, luz  aniquilada,
el silencio tendido a todo tu  tamaño
germinando burbujas bajo las hojas  de agua.
(Flores dominicales a dos metros  arriba
te quieren pasar besos y no te  pasan nada.)
 
 

No hay comentarios.:
Publicar un comentario