Varias son las cosas que disfruto en la vida. Una de ellas es volar (de manera legal y sin ayuda de sustancias, me refiero a viajar por avión).
Conozco sujetos a los que les causa stress volar, aún cuando las estadísticas demuestran que es más fácil rompérsela en la regadera que en un accidente aéreo.
Al final, no cuestiono que ese stress ocurra, asimismo, tampoco cuestiono los métodos que algunos ocupan para aligerar dicho stress. La medida más usual es tomarse un par de tragos antes de volar, para calmar la ansiedad.
Lo que si cuestiono es que el sujeto que venía sentado atrás de mí en mi más reciente vuelo no hubiera tomado 2 tragos, sino 2 botellas (o al menos así lo parecía).
Si creen que exagero, como de costumbre, los reto a pasar cerca de hora y media con un imbécil balbuceando estupideces a su espalda en voz (muy) alta, mentando madres cada que el avión hace el más ligero movimiento y, por que no, golpeando el respaldo de mi asiento TODO el viaje, como si ahí estuviera el control que indica al piloto que debe reconsiderar los movimientos de la nave.
Intentar disfrutar un vuelo así, es casi como querer disfrutar una “canción” de Arjona… neta…
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