miércoles, marzo 21, 2007

Fobia accidental

O de cómo los viajes menos planeados pueden resultar los más fructíferos.

En contra de mis “paradigmas”, los cuales exigen evitar al máximo el viajar en puente o temporada alta, el pasado fin de semana me dirigí con unos buenos amigos a Valle de Bravo, con el único afán de relajarnos un poco y que “nos diera el aire”.

Los cánones indican que un viaje, por mínimo que sea, conlleva una preparación previa, de cara a obtener el mayor beneficio de éste, sin embargo, en este caso, el único plan era llegar allá y dejar que el viento marcara nuestra ruta.

Toda vez que pasamos el día lidiando con la extraña propensión de mi amigo Víctor a pasarse de todas las calles y salidas necesarias, tuvimos la oportunidad de disfrutar de experiencias y paisajes sensacionales, desde muy buenas (y baratas) delicias culinarias, hasta lo que da título a este post.

Casualmente ese día tocaba Fobia dentro del marco de un festival en pro de la generación de la conciencia ecológica, lo cual me dio la oportunidad de presenciar un evento peculiar.

Dentro de un foro para, quizás 2,000 personas, lo cual brinda la posibilidad de una interacción muy cercana con los músicos, tuvimos la ocasión de descubrir a través de un recorrido por los cortes más representativos de la banda que, a pesar de los 20 años que llevan los tipos en el rock, el talento y las habilidades no sólo siguen intactos, sino que se han ido puliendo al paso del tiempo.

Y pensar que todo se hizo así, sin pensar…

Dedicado a mis amigos Lore y Víctor




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